Todos, algún día, fuimos aquel
Maestro Novato...
A mis 31 avioncitos de papel
y a todos los que, de alguna forma, me enseñaron a lanzarlos...
Llega la hora de enfrentarse a una clase entera, donde tú eres el máximo responsable de esas criaturas.
Semanas de ambientación de pasillos, de carteleras... Nervios, muchos nervios al alcance de tu mano, pues es el momento de dar el gran salto. De recibir las clases, a tener que impartirlas.
Caras nuevas, lista en mano. Nombres y apellidos que, poco a poco, vas interiorizando.
Te preparas el primer discurso, pero la voz falla. Temblorosa y tímida despierta las miradas de estos niños y niñas. Tus compañeros de ese largo viaje que acaba de comenzar... ¡Pasajeros al tren!, suena en tus adentros..
Olor a goma, a lapiceros, olor a niños al dejar solitario ese pequeño espacio donde pones el cien por cien de corazón.
¡Y qué decir de tu tiempo!. Ese tiempo llamado “libre”, que vas rellenándolo con ideas, sueños.... para regalar tu ilusión a ese grupo que te pertenece, que haces tuyo, que es parte de ti.
Al principio te preparas todo con mucho detalle. Miras el reloj y las agujas están a punto de marcar el final de la clase. No has podido impartir todo lo que tenías programado, poniendo en duda si en esa hora habrán aprendido algo.
Con el paso del tiempo, te das cuenta que ser maestro implica flexibilidad, además de paciencia. Conlleva a estar abierto a toda novedad, a cualquier oportunidad que camine por delante de tus ojos. Ya sea una brisa de aire, un insecto que entra por la ventana, o un tropiezo... El maestro ha de tener los cinco sentidos puestos a su alrededor. Ha de ser el primero en captar esa esencia que se te presenta, para convertirla en una buena lección de vida. Pudiendo llegar más lejos a esa criatura, siendo incluso más eficaz que cualquier página de la gran montaña de libros de texto acumulados en sus pupitres. Por no hablar de los que terminan decorando el suelo o escondidos en sus mochilas esperando ser abiertos...
Parece ser que no nos conformamos con una libreta en blanco y partir de ahí, de lo que cada uno pueda aportar de su persona.
Tenemos miedo a que estos alumnos, el futuro de mañana, no aprendan las cosas que desde arriba se nos exige. Muchas veces nos gustaría recurrir a ese exprimidor de conceptos, de procedimientos y de actitudes que aún queda por inventar. Al paso que vamos, no quedará mucho tiempo para ello...
No somos conscientes de que cada niño es un mundo. Cada personita es como un avión de papel. No todos vuelan bien a la primera vez que los lanzas al vacío. Pero si lo perfeccionas poco a poco, al ritmo de cada uno, llegará a emprender ese vuelo que todos esperábamos. Intentando siempre que no se encale a consecuencia de los obstáculos que se encuentre en su camino.
Ser maestro, lleva a preocupaciones, a dolores de cabeza, a pensamientos que compran tus horas de sueño. Pero no importa, eres maestro.
Estamos cansados de ser ejemplo de mala vida. ¿Qué pasa con ese dinero? Podemos cobrar menos que un médico, abogado o arquitecto, pero... ¿quién puede decir que nuestro día a día no es una obra de arte? Un arte abstracto, que cada uno interpreta a su forma, pero donde realmente el artista del cuadro, ese maestro, esa maestra, conoce verdaderamente los hechos, las vivencias, las emociones y los miedos... Sólo él, sólo ella será capaz de darle el verdadero sentido a su misión educativa. Y tan sencillo como demostrar ese toque de locura que caracteriza a nuestra vocación hacia el educando.
Cada día que pasa es como un nuevo libro que sostienes en tus manos. Levantándote cada mañana con la misma ilusión con la que iniciaste la primera página: ese primer día de clase.
En donde unos días eres pirata, otros el gran jefe indio, y otros ese Peter Pan rodeado de los niños perdidos que cuya misión es encontrarlos uno a uno...
¿Yo maestro? ¿Yo maestra? Si luego estos niños crecen, crecen y sólo quedas en su recuerdo... Aquellos con los que, el paso del tiempo hace que vuestras vidas confluyan... Rostros, nombres, recuerdos... que día a día te cruzas por los pasillos, por las escaleras de esa segunda casa que te pertenece. Tu querido colegio.
Bienvenido maestro, bienvenida maestra por haberte subido a este tren y felicidades, porque... ¡Hoy comienza tu gran aventura!
Maestro Novato...
A mis 31 avioncitos de papel
y a todos los que, de alguna forma, me enseñaron a lanzarlos...
Llega la hora de enfrentarse a una clase entera, donde tú eres el máximo responsable de esas criaturas.
Semanas de ambientación de pasillos, de carteleras... Nervios, muchos nervios al alcance de tu mano, pues es el momento de dar el gran salto. De recibir las clases, a tener que impartirlas.
Caras nuevas, lista en mano. Nombres y apellidos que, poco a poco, vas interiorizando.
Te preparas el primer discurso, pero la voz falla. Temblorosa y tímida despierta las miradas de estos niños y niñas. Tus compañeros de ese largo viaje que acaba de comenzar... ¡Pasajeros al tren!, suena en tus adentros..
Olor a goma, a lapiceros, olor a niños al dejar solitario ese pequeño espacio donde pones el cien por cien de corazón.
¡Y qué decir de tu tiempo!. Ese tiempo llamado “libre”, que vas rellenándolo con ideas, sueños.... para regalar tu ilusión a ese grupo que te pertenece, que haces tuyo, que es parte de ti.
Al principio te preparas todo con mucho detalle. Miras el reloj y las agujas están a punto de marcar el final de la clase. No has podido impartir todo lo que tenías programado, poniendo en duda si en esa hora habrán aprendido algo.
Con el paso del tiempo, te das cuenta que ser maestro implica flexibilidad, además de paciencia. Conlleva a estar abierto a toda novedad, a cualquier oportunidad que camine por delante de tus ojos. Ya sea una brisa de aire, un insecto que entra por la ventana, o un tropiezo... El maestro ha de tener los cinco sentidos puestos a su alrededor. Ha de ser el primero en captar esa esencia que se te presenta, para convertirla en una buena lección de vida. Pudiendo llegar más lejos a esa criatura, siendo incluso más eficaz que cualquier página de la gran montaña de libros de texto acumulados en sus pupitres. Por no hablar de los que terminan decorando el suelo o escondidos en sus mochilas esperando ser abiertos...
Parece ser que no nos conformamos con una libreta en blanco y partir de ahí, de lo que cada uno pueda aportar de su persona.
Tenemos miedo a que estos alumnos, el futuro de mañana, no aprendan las cosas que desde arriba se nos exige. Muchas veces nos gustaría recurrir a ese exprimidor de conceptos, de procedimientos y de actitudes que aún queda por inventar. Al paso que vamos, no quedará mucho tiempo para ello...
No somos conscientes de que cada niño es un mundo. Cada personita es como un avión de papel. No todos vuelan bien a la primera vez que los lanzas al vacío. Pero si lo perfeccionas poco a poco, al ritmo de cada uno, llegará a emprender ese vuelo que todos esperábamos. Intentando siempre que no se encale a consecuencia de los obstáculos que se encuentre en su camino.
Ser maestro, lleva a preocupaciones, a dolores de cabeza, a pensamientos que compran tus horas de sueño. Pero no importa, eres maestro.
Estamos cansados de ser ejemplo de mala vida. ¿Qué pasa con ese dinero? Podemos cobrar menos que un médico, abogado o arquitecto, pero... ¿quién puede decir que nuestro día a día no es una obra de arte? Un arte abstracto, que cada uno interpreta a su forma, pero donde realmente el artista del cuadro, ese maestro, esa maestra, conoce verdaderamente los hechos, las vivencias, las emociones y los miedos... Sólo él, sólo ella será capaz de darle el verdadero sentido a su misión educativa. Y tan sencillo como demostrar ese toque de locura que caracteriza a nuestra vocación hacia el educando.
Cada día que pasa es como un nuevo libro que sostienes en tus manos. Levantándote cada mañana con la misma ilusión con la que iniciaste la primera página: ese primer día de clase.
En donde unos días eres pirata, otros el gran jefe indio, y otros ese Peter Pan rodeado de los niños perdidos que cuya misión es encontrarlos uno a uno...
¿Yo maestro? ¿Yo maestra? Si luego estos niños crecen, crecen y sólo quedas en su recuerdo... Aquellos con los que, el paso del tiempo hace que vuestras vidas confluyan... Rostros, nombres, recuerdos... que día a día te cruzas por los pasillos, por las escaleras de esa segunda casa que te pertenece. Tu querido colegio.
Bienvenido maestro, bienvenida maestra por haberte subido a este tren y felicidades, porque... ¡Hoy comienza tu gran aventura!
Richi Donet Mollá
5 comentarios:
La verdad es que emociona leer la carta de Richi, porque en cierto modo es lo que sentimos todos al principio.
Lo mejor de todo esto, es que no somos nosotros los que enseñamos a despegar a esos avioncitos, sino que son ellos los que nos enseñan a volar a nosotros, a crecer cada dia mas en nuestra profesion como seños.
Gracias Richi!!
A ver si en un futuro no muy lejano estamos nosotras escribiendo una carta de "despedida" a nuestras promociones de pitufos.
MUACKKKKK
Jo tía q bonito!!!
Joder, me ha emocionado sí....ha gustado leerlo vaya....hay q saber cuidar esos avioncitos...un beso y buen finde niña!
Ahora me estoy acordando de cuando iba al colegio y de vez en cuando algún que otro universitario se quedaba allí con nosotros mientras el profesor nos daba clase. Qué recuerdos...
Besos y suerte!!
Hola Pily! Hola Sole!!
No sabéis la ilusión que me ha hecho encontrarme con este blog. Para nada lo esperaba... Se me han puesto nuevamente los pelos de gallina al leer esas palabras que me ayudaron una vez más a agradecer esta preciosa profesión en la que muchos nos adentramos. Llevo un año fuera de Valencia, sin ejercer de Maestro. Podéis aseguraros que se echa mucho de menos... Ya me queda un añito más para terminar el Noviciado Marianista.
A pesar de todo, no pierdo el contacto con mis niños, esa 1ª generación de angelitos que pasaron por mis manos... Y lo mejor de todo y más gratificante es que ellos tampoco se olvidan de mí. De cada una de las experiencias que vivimos juntos en ese precioso Viaje!
No olvidéis nunca que HOY TAMBIÉN COMIENZA TU GRAN AVENTURA!!
Mucho ánimo para este inicio de curso y pensad que podéis ser importante para ese niño o esa niña que espera que le prestes la atención que requiere con amor...
richi
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